26/12/16
Hoy tengo ganas de estar en una choza, con el piso de tierra, circular. En medio de la selva, respirando un aire húmedo, rodeada de mujeres y de cuencos de barro.
Rodeada de esa energía potente y telúrica de lo femenino, misterio que los hombres no comprenden y rodean inquietos. Misterioso fondo profundo y oscuro, cuenco de barro. Qué inquietante debe ser saber su raíz tan distinta y tan remota.
Hoy tengo ganas de sentir la presencia amorosa y fuerte de mis maestras, que también fueron amigas, madres y abuelas. Ganas de cocinar con fuego. De sentarme en una rueda, de juntar las manos y sentir adentro al otro, en el pecho, como un aire atrapado que se expande y que quiere salir. Ganas de cerrar los ojos y sentir con el tacto, con la intuición, con esa paz fluida del pensar con las tripas y dialogar con el corazón. Hoy tengo ganas de cantar con mis entrañas, de escuchar tamboras y marimbas, de cantar como si la música viniera del coño y me atravesara. Cantar para ser río, para llegar al mar.
Hoy tengo ganas de que llueva duro y salir a mojarme, a sentir el agua en mi cuerpo mientras grito “qué aguacero tan chimba!!!”. Ganas de saltar en los charcos y levantar la cara al cielo recibiendo feliz al agua que me golpea y me moja.
Hoy tengo ganas de que mis tripas estallen y se peguen a todo. Y también a mi.
BOLETÍN ARDILLA
Ejercicios de experimentación narrativa
Todo flota
Cosas y cosas flotan en la cabeza. Pensamientos chéveres, tristes, chistosos, sueños, recuerdos, canciones, pedacitos de canciones que no avanzan y se repiten y se repiten y se repiten… Imágenes, cosas que no pasan que uno quisiera que pasaran, cosas que se pasaron por estar pensando en las que no pasaron. Listas de cosas, cosas pendientes, cosas por hacer, cosas que se deberían hacer, cosas que debo dejar de hacer. Cosas. A veces muchas, otras veces menos, pero casi siempre algo (o alguien) flotando adentro de la cabeza.
Es necesario un bosque, caminar por horas sobre un suelo blandito, que suene a hojas secas crujiendo, a piedritas... Sería aun mejor un suelo de granitos diminutos y suaves y el mar respirando al frente. Es necesario buscar los escasos momentos en que todo se despeja y es uno el que flota y todo es perfecto, uno es todo y nada a la vez, un árbol tranquilo, una nube que se deshace, una sonrisa.
[Hay que desocupar el disco duro de vez en cuando…]
La Nave
La nave llegó a mi vida por Nitu, un día en que no soportó más que yo no fuera localizable y me celularizó. Esta semana es Andrés, mi hermano, quien le da un nuevo giro a mis precarias telecomunicaciones. Quisiera agradecer en este post a estos dos gurú de la tecnología y el avance informático de mi vida, enterados (empapados, inmersos, sumergidos) siempre de los últimos gritos de la tecnología, gritos que yo nunca he querido escuchar, pero que ellos sabiamente han amplificado para mi. Después de muchos esfuerzos, ahora tengo perfil en Facebook, tomo fotografías digitales (acepté mi derrota frente al cuarto oscuro y la ampliadora) y uso celular, como la mayoría de la gente de este siglo.
La nave, el celular del precámbrico que me ha acompañado durante todos estos años, será reemplazado por un negrito más chaché, mas pinchado y, ciertamente, más potente que el ya anciano y deteriorado Transformer a prueba de Lauras.
La nave resistió las vicisitudes más adversas, los cuatrocientos golpes y los avatares más terribles como un firme guerrero. Parecía una navaja de boyscout, de esas que traen cortaúñas, tijeritas y hasta destornillador. Pero había algo mucho más profundo… La nave exigía un tipo de usuario que se adaptara a él, un usuario que amorosamente sacara un enorme morral donde él cupiera, un usuario que tuviera paciencia con su teclado voluble y temperamental, un usuario que no le hiciera reclamos porque envejecía, porque no cabía en un bolsillo como cualquier otro. Pero él NO era cualquier-otro, el era LA NAVE. Yo sé que el negrito también necesitará espacio, pero sobre todo, va a necesitar un usuario inteligente y audaz, y es aquí justamente donde creo que serán necesarios grandes cambios en mi vida o, por lo menos, en mi atrasado sistema operativo. It´s gonna be a long way…
Adiós grillo, Ovni, Transformer, Nave...Adiós muchacho, compañero de mi vida… Ha llegado El Negro, con todo su sabor (con baño, cocina integral, sala comedor…) y yo me voy con él. Ojalá te reciclen y algún día, en algún blackberry o si tienes suerte en un I-Phone, haya un pedacito de ti. bon voyage!
Lectura animal
Al parecer, el hábito por la lectura y el gusto por escuchar un cuentecito no está reservada a lo seres humanos. Hace un par de años, en el Jardín Botánico de Medellín, encontré a esta ardilla detenida en un árbol mientras alguien leía en voz alta para ella (o para su acompañante). ¿Qué tipo de narración sería esta que causó tanto impacto en este pequeño roedor?
Que viva la música
Que bonito encontrar este dibujo en un fin de semana en el que he recordado:
Al abuelo bailando Barry White, cantando como si estuviera en una discoteca europea.
A la abuela, que se sentaba religiosamente a escuchar y cantar Serenata, con ganas de una copita de aguardiente, con nostalgia y alegría, con esos ojos que contemplan con delirio.
A la mamá, tocando guitarra, cantándole a unos ojos negros que quién los quiere comprar, cantando boleros tristes.
A mi hermano y a mí, muy chiquitos, levantando la aguja y acomodando los discos de Cat Stevens, los Beatles, de Gypsy Kings y Julio Iglesias, y todo el resto de la música de los papás. Grabando sobre los cassettes de mi mamá de Armando Manzanero y Sandro, jugando con un micrófono que era la novedad máxima del equipo de sonido.
Hoy estoy recordando las bandas sonoras de la gente que quiero y me encanta pensar que cada uno suena distinto, que cada época de la vida tiene su propia banda sonora y que uno igual se reconoce en ella. Qué bonito cundo cuando compartimos el feeling y en medio de una fiesta hay otro que también se pone a bailar The Cure, recordando con el cuerpo y los oídos otro tiempo que se vuelve presente y se disfruta ahora y se vuelve a sentir.
Que viva la música carajo!
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