Que viva la música



Que bonito encontrar este dibujo en un fin de semana en el que he recordado:
Al abuelo bailando Barry White, cantando como si estuviera en una discoteca europea.
A la abuela, que se sentaba religiosamente a escuchar y cantar Serenata, con ganas de una copita de aguardiente, con nostalgia y alegría, con esos ojos que contemplan con delirio.
A la mamá, tocando guitarra, cantándole a unos ojos negros que quién los quiere comprar, cantando boleros tristes.
A mi hermano y a mí, muy chiquitos, levantando la aguja y acomodando los discos de Cat Stevens, los Beatles, de Gypsy Kings y Julio Iglesias, y todo el resto de la música de los papás. Grabando sobre los cassettes de mi mamá de Armando Manzanero y Sandro, jugando con un micrófono que era la novedad máxima del equipo de sonido.
Hoy estoy recordando las bandas sonoras de la gente que quiero y me encanta pensar que cada uno suena distinto, que cada época de la vida tiene su propia banda sonora y que uno igual se reconoce en ella. Qué bonito cundo cuando compartimos el feeling y en medio de una fiesta hay otro que también se pone a bailar The Cure, recordando con el cuerpo y los oídos otro tiempo que se vuelve presente y se disfruta ahora y se vuelve a sentir.
Que viva la música carajo!

1 comentario:

Diego Montoya Chica dijo...

quiáy. Hoy comí pie de ruibarbo y me acordé de sumercé. Buen blog. Mi banda sonora personal es un poco sociopata, pero es de lo más relevante en el filme. Un día de estos le comento. Qué tal te terminó de ir con mi primo en Btá?